Lee Isaac Chung desafía los pronósticos y sale airoso de su salto al blockbuster. Tiene momentos que impresionan, pero es su drama delicado y centrado en los personajes lo que hace que resulte más fresca que el resto de lo que hay en cartelera.
El debut de Le Bon refleja un espíritu lúdico en la dirección, buscando fusionar géneros opuestos y descubrir una autenticidad genuina detrás de los clichés y el artificio gótico.
Tengo la sensación de que hay una maravillosa película iniciática escondida en algún lugar del ADN de su historia, pero esta iteración, por desgracia, no lo es.
Se nota enseguida que sus intentos de modernizar un género que estaba en su apogeo cultural en los años 50 se reducen en gran medida a hacer que todo parezca un vídeo musical.
Sufre de los mismos problemas que plagan el trabajo de [Clooney] como director: la agobiante sensación de que intenta perseguir conscientemente la respetabilidad y el prestigio, en lugar de contar una historia desde el corazón.
Lo más impresionante es que su enfoque nunca se acerca al ridículo. Aunque en teoría la historia podría hacerte poner los ojos en blanco, resulta más probable que te emocione hasta las lágrimas.
La película ofrece una rica textura histórica y una visión menos idealizada, lo que contrasta con lo que se suele esperar de un drama británico comercial. A pesar de ser la obra más esperanzadora de McQueen, también es la que menos profundidad exhibe.
El misterio de la trama intenta ofrecer un relato intrigante. Resulta medianamente entretenida, y eso es en gran parte gracias al talentoso reparto que logra levantarla.