Esto es una barbaridad en términos estructurales va sorprendiendo hasta que al final todo estalla en un espectáculo muy al estilo de Anne Rice donde la maldad sirve para explicar conflictos, para sanar a quien la mira.
Entre batalla y batalla, dice cosas muy inteligentes sobre los peores conflictos que todos estamos viviendo en la actualidad y porque es un derroche de producción y efectos especiales.
Qué sorpresa tan más agradable la de este experimento hispano-mexicano que a partir del lugar común de quedarse atrapado en un elevador, construye algo nuevo, cómico, duro, romántico.
Es uno de esos garbanzos de a libra, totalmente innovadores, que llegan muy pocas veces a la pantalla y que cuando aparecen, hay que devorarlos con particular alegría.
¿Por qué ver esta propuesta? Porque desafía el espíritu bíblico de la Semana Santa, añade un toque morboso y, al final, se convierte en un buen distractor. Es realmente entretenida.
Es exactamente ese tipo de película de entretenimiento que a partir de una “bobería” crece, crece y crece hasta transformarse en una alucinante cinta de terror, de suspenso.
Amo 'La divina gula' por muchas razones. Primero, porque no me cabe en la cabeza que nadie más haya hecho esto antes así, en grande, bonito, a lo bestia, calidad global.
¡Es maravillosa! ¡Imperdible! ¡Un verdadero homenaje a la serie de los años 60! ¡Una oportunidad de oro para divertirse y entender la creatividad y la belleza que había detrás de aquella televisión!
Es, ante todo, una historia familiar. Lo que nos une alrededor de ella es que se están jugando grandes valores familiares: paternidad, maternidad, infancia.
Amo esta propuesta porque, al igual que su protagonista, nos invita a ver lo que hay detrás del orgullo, lo que hay detrás de muchas personas, lo que hay detrás de muchas sociedades.
Rescata muchas cosas que el cine nacional perdió desde hace tiempo como su esencia popular, sus valores familiares y figuras tan importantes como la del maestro.