Es fantasía desde su inicio. La belleza de los planos de Leterrier, la emoción que logra el guion y el enigma que envuelve cada uno de los horizontes, escenarios y criaturas conforman una receta perfecta.
La identidad se mantiene, tanto en lo visual como en la narrativa. Eso es lo que realmente apreciábamos de la serie, ¿verdad? Su marcada personalidad, al amparo de la referencialidad posmoderna. En esta entrega, hay mucho por descubrir.
Un pulcro ejercicio de supervivencia en Netflix. La serie remite al imaginario propio del anime y reproduce la principal obsesión cultural del Japón post-Hiroshima.
La autoría se presenta de manera mucho más directa que en "Diarios de cuarentena". La variedad de estilos de los cinco cineastas provoca que se mezcle con el conjunto, generando una sensación de ruido que diluye cada singularidad.
La poesía visual en la serie se destaca especialmente cuando las anécdotas y el rock improvisado se presentan en momentos inesperados, aportando un respiro. Esto eleva un trabajo que resulta ser más sincero y accesible que disruptivo.
No logra trascender más allá de una simple anécdota teatral. Carece de un guion verdaderamente impactante que pueda darle un brillo especial a la puesta en escena.
Una aventura divertida que cumple las expectativas con creces, y se aleja de pretensiones que habrían empobrecido el esfuerzo (...) ¿Quieres feminismo? Bien. ¿Quieres entretenimiento puro y duro? También bien.
Un homenaje sentido. Es un proyecto radical que, aunque puede no conectar con todos, ofrece una ventana al mundo interior de su creador para aquellos que se atrevan a explorarlo.