Su extraña mezcla de personajes genera una buena cantidad de gags, algunos acertados y otros fallidos. No obstante, hasta el momento logra provocar suficientes risas gracias a la agudeza de su guion y a su humor absurdo, por lo que merece la pena darle una oportunidad.
El reino de los sueños se describe como un 'mundo sin consecuencias', pero en su ejecución se percibe la falta de una brújula creativa clara, generando una experiencia más desconcertante que mágica.
No se molesta en intentar reinventar el trineo, pero lo baña con una nueva capa de pintura, de maneras mayoritariamente agradables y medianamente inteligentes.
Un entretenimiento grande y lujoso. Es bueno, pero no magnífico. Una inversión perfectamente razonable para toda la familia que vale la pena ver, aunque no sea necesariamente una compra imprescindible.
Una comedia alegre para familias con niños pequeños. Al margen de eso, sin embargo, la magia que poseía esta franquicia comienza a desaparecer con esta tercera entrega.
A pesar de contar con una buena banda sonora y una producción ambiciosa, la película se siente como un episodio de una comedia clásica de Disney Channel, lo que la convierte en una obra notablemente mediocre.
Kristin Chenoweth como Maléfica destaca en cada escena en la que aparece. Las canciones son ingeniosas, la estética es lujosa y la premisa es tan interesante que resulta muy entretenida.
Guiado por un guion chapucero, este vehículo para Cedric the Entertainer equivale a embarcarse en un viaje a campo traviesa sin un mapa, lo que hace que el viaje sea previsiblemente desigual.
Es otro ejemplo de que Hollywood puede hacer películas en las que los críticos del sexo y la violencia no encuentren nada de lo que quejarse. También es un recordatorio de que los valores familiares pueden ser, bueno, aburridos.
Una aventura técnicamente impresionante y muy dinámica que presenta momentos destacados, pero que, en última instancia, no logra ser tan cautivadora como cabría esperar.
Se une a la lista de musicales filmados que han conservado sus cualidades escénicas a la vez que ofrecen a los espectadores el mejor asiento de la casa.
Si en algunos aspectos es una heredera espiritual de 'Sex and the City', defiende convincentemente que ir a por la nueva generación tiene más promesa creativa que revisitar el pasado.
Le cuesta elevarse por encima de sus lugares comunes, ya que parece una mezcla de 'Glee' y 'Friday Night Lights'. Es una versión adecuadamente desarrollada de una premisa que no necesita una continuación.