La serie es, sobre todo, aterradora. Una vez que se establece, resulta lo suficientemente cautivadora e intrigante como para mantener tu atención en todo momento.
Se toma su tiempo en encontrar su propio encanto más allá de su inspiración británica. Port y Wiseman se esfuerzan por hallar la alquimia que hacía que la obra original fuese fascinante.
Hay algo innegablemente satisfactorio en ver a Hussain presentar su propio show en el que puede poner en práctica sus conocimientos y su historia sin que nadie le critique.
Centrar una serie en el mundo docente no es un concepto innovador. Sin embargo, donde realmente destaca es al convertirse en una auténtica comedia de trabajo, al estilo de 'The Office'.
Algunos episodios resultan más complejos de lo que el grito de guerra en los créditos iniciales sugiere: 'Soy una mujer, oídme rugir'. Sin embargo, hay otros que se apegan a esta vibración retrógrada, convirtiéndose en algo mucho más elemental.
El tono cambia de una escena a otra de manera tan abrupta que resulta casi imposible comprender la intención detrás de la narrativa. Sin embargo, lo más destacado de 'Dietland' son las actuaciones.
Un retrato de Nueva York que resulta, al mismo tiempo, crudo, sosegado y personal. Advertencia: si tú o alguien que conoces han vivido el 9/11 personalmente, quizás no quieras o necesites verla.
Es una obra que combina emociones profundas con momentos de humor. El escenario es inteligente, sutil, divertido y desgarrador, todo en un mismo paquete.
Este análisis enfrenta las mismas dificultades que otros intentos de desentrañar esta complicada trama de intereses. Es muy complicado delinear todas las interrelaciones de esta intrincada red sin caer en un laberinto de detalles.
Tensa y espeluznante. Consigue que un suceso histórico impactante, y que quizá sea demasiado amplio para ser entendido, sea tan personal como lo fue en realidad.