El ritmo y la acción son impresionantes. La película ofrece una cantidad notable de violencia, lo que la convierte en un relato con profundas implicancias morales; además, la actuación de Arnold es sobresaliente.
Con un control formal impecable y una profunda carga emocional, Melville establece vínculos entre la ocupación, el amor terrenal y la búsqueda del sentido espiritual.
La trama plantea una inquietante interrogante sobre el alma y la esencia de lo humano. Sin embargo, esta exploración se eclipsa en favor de un drama judicial que, aunque satisfactorio, no profundiza en su potencial filosófico.
Vilmos Zsigmond aporta su característico y exquisito estilo visual, aunque el desarrollo de la narrativa se siente estático, como un río cuyas aguas no fluyen.
Después de inspirarse en la obra de Fellini, Allen se muestra vulnerable. Sus películas de la 'primera etapa' destacaban por la melancolía y el sufrimiento que daban sentido a los momentos cómicos.