Aunque no se desvelan los secretos detrás de las motivaciones de Alex Lowe para escalar, ni se profundiza en su personalidad contagiosamente exuberante, la película resulta inevitablemente confesional y catártica.
Al principio, parece una simple disputa entre vecinos. Sin embargo, cuando Morris adorna su hogar con 200.000 luces navideñas y solicita un camello, la situación se vuelve mucho más intensa.