Aunque no se desvelan los secretos detrás de las motivaciones de Alex Lowe para escalar, ni se profundiza en su personalidad contagiosamente exuberante, la película resulta inevitablemente confesional y catártica.
No sólo juega en la nieve: tiene una línea de conservación muy consciente, que destaca cómo el cambio climático ha afectado negativamente al ecosistema del Ártico.
Al principio, parece una simple disputa entre vecinos. Sin embargo, cuando Morris adorna su hogar con 200.000 luces navideñas y solicita un camello, la situación se vuelve mucho más intensa.
Aunque es difícil que se incorpore al selecto grupo de comedias románticas, los carismáticos protagonistas y sus observaciones cómicas evocan la esencia de Ephron, a quien se rinde homenaje en esta película.