Estupendo ejercicio de cine negro en el que Lombardi nos embarca, con ese nervio y sequedad que caracteriza su cine, en otro vía crucis de purificación en primera persona.
Deslumbrante ópera prima, con alucinantes movimientos de cámara y metraje idóneo, de concepción casi disneyana, algo inacostumbrado en una obra primeriza, tan proclive a la desmesura.
Díaz Yanes atrapa al espectador desde el principio y no lo deja escapar hasta el cierre. Su narrativa destaca el lirismo que surge en medio de la sangre y la violencia.