Esta sórdida exploración en el vacío del alma humana es extrañamente adecuada para un director que se ha pasado su carrera buscando la magia en los oscuros márgenes de nuestro mundo.
Está demasiado centrada en la violencia que encuentra en los márgenes de la ciudad de Nueva York como para interrogar de forma significativa el estrés mental que supone curarla
No alberga ninguna ilusión de que el hecho de arrojar una luz cruda sobre historias tan horribles sea suficiente para hacer del mundo un lugar mejor, pero nos deja con una visión imborrable de la oscuridad que les rodea.
Una nueva comedia histórica repleta de estrellas, que es divertida en el mejor de los casos, perniciosa en el peor y frenéticamente autoinsistente en su insignificante valor como entretenimiento. David O. Russell ha vuelto.
Termina con un grito en el último acto, un demonio que no asustaría ni a un niño de parvulito y una abyecta falta de seguimiento emocional en todas las subtramas de la película.
Una de las historias iniciáticas más terrenales y disfrutables que jamás haya contado el estudio. También es lo más cerca que ha estado Pixar de capturar el espíritu de las películas de Ghibli.
Un 'quilt' ensoñador de historias sobre amor y sexo. Audiard sigue el rastro de un mundo feliz en el que los jóvenes luchan por establecer relaciones significativas, pero estas conexiones están basadas en arenas movedizas.
La mejor película de animación del año. Su animación merece ser celebrada, ya que se encuentra al servicio de una historia conmovedora que refleja la relación entre el miedo humano y el temor hacia la naturaleza.
Divertida, sincera y dolorosamente agridulce. Es tanto un réquiem por las cosas que perdemos como un recordatorio mordaz de que en realidad nada nos pertenece. Una película difícil de olvidar.