Aunque Abela brilla en las escenas dramáticas, sus interpretaciones musicales resultan fallidas. La imitación vocal de la actriz británica carece de credibilidad y las réplicas de varios conciertos icónicos son excesivamente simples y recortadas.
O'Connor ha creado aquí un gran logro que despierta la pasión por sí misma, y que encontrará un lugar merecido en la larga vida de la apreciación y los estudios de Brontë.
Con una historia sencilla, aunque no simplista, se construye una catarsis gradual a partir de un conflicto primario, sobre el que Serebrennikov puede crear maravillas cinematográficas, así como explorar temas latentes.
El folclore, el ecologismo, el deseo queer y la coreografía al estilo de los musicales de Hollywood se unen en este encantador filme de Pedro Rodrigues. Bajo su agradable superficie hay ideas que invitan a la reflexión.
Es consciente de que los adultos pueden, y tal vez deban, disfrutar de la pornografía y de que el trabajo de esa industria merece tanto o más respeto que otras. Tal vez la historia merezca un matiz menos de cuento de hadas.
Se tiene la sensación de que los límites de la historia son lo suficientemente elásticos como para incluir y justificar cualquier cosa, tanto para bien como para mal.
Es una película buena y característica de Dumont por su sentido de la experimentación. Hay mucho juego en el tono y narración, y se ha reservado una larga duración para poder divertirse con los códigos del cine burgués francés.
Hay un tipo de crítica que percibe las películas más como una visión del inconsciente de sus creadores que como arte. 'The Palace' pasa de ser un fiasco a un producto que se puede analizar.
De 150 minutos de duración, es ágil pero extensa, y Grimonprez sobresale en su tarea de ofrecer una historia resumida de la problemática liberación de la RDC y de las numerosas narrativas que la acompañan.
Esta película es un gran logro que ofrece una de las anatomías visuales más detalladas hasta ahora, enriquecida por su movimiento y sonido, mostrando de manera profunda lo que realmente somos.
Sus propósitos son sinceros. Sin embargo, su defecto radica en que permite bromas ingeniosas a costa de la corrupción, lo que resulta en una lectura más pretenciosa.
Esta obra evoca la nostalgia y sirve como un puente para que la nueva generación de amantes de la música redescubra los sonidos de guitarra, que han caído en el olvido en la actualidad.