Es extensa, incómoda y avanza de manera predecible. Sin embargo, su mayor mérito radica en cómo se inspira de manera rigurosa en posibles situaciones que podrían ocurrir en la vida real.
Enérgica, aunque hay algo ligeramente decepcionante, considerando la relevancia de sus temas. El uso de los visuales de TikTok y los chats de grupo resulta auténtico, sin embargo, las escenas del 'mundo real' carecen de profundidad en comparación.
Una obra claramente bien hecha y bien diseñada, que merece la pena ver. Cuando una película presenta tanto elementos políticos como incoherencias, la cualidad política pierde su impacto.
Los protagonistas persiguen el misterio paranormal del guion con un humor pedregoso y cejas fruncidas, alejándonos de la urgente realidad en la que se basa esta historia.
Está tan bien hecha y es tan apasionadamente intencionada como cualquier otra cosa que hayan hecho, pero los cineastas pueden llegar a perjudicarse a sí mismos con decisiones argumentales.
Una película de detalles cuidadosos. Es más minimalista y menos charlatana de lo que nos tiene acostumbrados la directora. Pero es un western psicosexual que hay que saborear.
La dirección de Hall exhibe un notable buen gusto; su cinematografía en blanco y negro es brillante y de alto contraste, el ritmo dramático se siente ágil y apropiado, y la partitura de jazz se ajusta perfectamente a la época.
Su obra más personal hasta la fecha. Esbelta, triste, sentimental. Lo que distingue positivamente a 'Belfast' de sus antecesores en este nuevo cuasi-género es su voluntad de agradar al público.
Una narración sublime. Uno de las películas de animación más fascinantes en muchos años, documenta de forma única los angustiosos intentos de un refugiado afgano por encontrar asilo en el extranjero. Es un regalo.
El destino del testigo Jurek Popiel, interpretado brillantemente por Tomasz Zietek, ocupa las tres horas de la película. No obstante, su efectividad presenta momentos de inconsistencia.
Sensible. Un filme 'de fuera a dentro', un canto a la tolerancia para la comunidad neurotípica, y un aviso triste y sin prejuicios de cómo los servicios sociales y las fuerzas del orden pueden arbitrar la vida de un autista.
Una obra que equilibra perfectamente varios temas, explorando con profundidad la posguerra en Alemania, ser gay antes de que no fuera un crimen y cómo la lógica insensible de la encarcelación crea una prisión mental.
La dirección de Roberts logra varios gags ingeniosos y efectivos, sin embargo, el desarrollo de los personajes no resulta lo bastante sólido ni convincente.
Aunque Abela brilla en las escenas dramáticas, sus interpretaciones musicales resultan fallidas. La imitación vocal de la actriz británica carece de credibilidad y las réplicas de varios conciertos icónicos son excesivamente simples y recortadas.