El simbolismo resulta torpe y el diálogo está cargado de frases pesimistas. Aunque puede considerarse un melodrama aceptable, su intento de funcionar como una parábola sobre la opresión y los prejuicios es un claro fracaso.
Aunque todos los ojos estarán puestos en los cachorros, no se debe pasar por alto las actuaciones de Grodin y Bonnie Hunt, así como la villana en un estilo similar al de Cruella, interpretada por Debi Mazar.
Dirigida con la honestidad implacable que caracteriza a la obra de Lucian Pintilie, esta película contemporánea deja una profunda impresión. Su interpretación es impecable.
Un relato sencillo y elemental que hace que romper el corazón parezca lo más fácil y natural que un cineasta puede hacer a su público. Lo cual, por supuesto, no es.