Kline muestra constantemente su característico sentido de humor retorcido y mordaz, y sus inadaptados personajes están meticulosamente detallados y cuidadosamente perfilados.
Su estilo observador, reforzado por sus actuaciones espontáneas y sus planos largos, muestra una ternura subyacente que equilibra su retrato cínico de la vida en Lagos.
Al equivocarse en sus prioridades, la película recurre a los clichés. Es una pena, porque cuando Chinn se enfoca en la relación madre-hija, la narración realmente destaca.
Todo lo que se aleja de las interacciones entre estos dos personajes se percibe como un mero relleno narrativo, que desvirtúa lo que inicialmente hacía atractiva la historia.
Un remake decepcionante y carente de originalidad. Los dos actores logran extraer algunos momentos verdaderamente entretenidos de un guion monótono y repleto de clichés de Jon Hartmere.
Se conforma con explotar los sacrificios que hizo Fuller para lograr la fama sin explorar la inteligencia y la fuerza mental que la ayudaron a convertirse en una atrevida pionera en su campo.
La película no deja lugar a dudas sobre lo que Trudy Ederle logrará, lo que elimina cualquier tensión dramática en su predecible ascenso en la natación femenina.
Aunque los realizadores esperan que el público asista en grandes cantidades a los cines, los resultados, en su mayoría, son mediocres. Esto solo llevará a la conclusión de que la época de Indiana ha quedado atrás.
Sus realizadores mantienen a propósito el foco sobre el trauma incalculable del asesinato de Emmett. Un trabajo que dice más sin palabras que con ellas.
Un hilo que podría ser interesante, pero que carece notablemente de sentido y se expresa de manera confusa sobre el rechazo social y el empoderamiento femenino.