La secuela, aunque absurda, resulta encantadora. Hudgens brilla tanto que logra desviar la atención del resto del elenco, que lamentablemente no se acerca a su nivel de actuación.
Carece de sutileza, muestra una gran incomprensión de lo que es la infidelidad y equipara el trabajo sexual con el pecado. Es, a su manera, una muestra eficaz del poder del amor.
Salvo pequeños contratiempos, merece la pena. Una oportunidad para adentrarse en el terror de regiones del mundo que aprovechan la riqueza del mito, la cultura, la historia y la religión.
En general, la presentación creativa de la película es vibrante y celebra la esencia de la animación. La acción, aunque a menudo caótica, resulta a veces errática e incomprensible.
Sabe meterse en la piel, pero se vuelve más frustrante que buena cuando se acerca al final. Y no hay interpretación estelar ni dirección de cine competente que pueda superar un final deficiente.
Aunque no alcanzará un lugar destacado entre los mejores thrillers policíacos, su mayor mérito es establecer las bases que impulsarán a Andrew Baird y Colson Baker en el mundo del cine.
Un filme oscuro que elige una narración reflexiva en lugar de una muestra exagerada de efectos visuales, enriqueciendo así la intimidad de la historia.
Aunque la película puede carecer de profundidad en su desarrollo romántico, presenta una sinceridad notable al tratar el drama principal, lo que le otorga un valor que compensa sus carencias.