Resulta sencillo conmover al público a través del amor y la tristeza, siempre y cuando tanto el director como los actores estén completamente comprometidos. Este remake estadounidense es tan notable como la película original.
El planteamiento resulta absurdo. Las exageraciones de los personajes principales y secundarios buscan una comicidad grotesca que a menudo causa incomodidad.
El viaje de esta historia revela la cerrada mentalidad de unos habitantes que se sienten orgullosos de su vida tradicional. Panahi se sumerge en un estilo narrativo austero, que, aunque cautivador, puede resultar un poco pesado.
Sorprende por su excelente producción y, especialmente, por su agudo sentido del humor. Además, se ve beneficiado por la frescura de las actuaciones, que aportan un aire renovador a la historia.
Realizada con acierto en su enfoque de melodrama carcelario y como espectáculo de acción, intenta sorprender mediante giros en la trama, aunque estos terminan siendo predecibles.
Torpeza narrativa: la acción es confusa de principio a fin, todo transcurre en la oscuridad. No queda claro quién es quién en las continuas peleas ni en las capturas de humanos.
Durante gran parte de la película se presenta como una casi comedia relacionada con la amistad y el lujo, pero luego se transforma en una intrigante trama. La dirección artística y el elenco logran crear de manera efectiva el conflicto que alimenta el suspense.
El suspense se ve eclipsado por la brutalidad y el retrato de los personajes principales, que se diferencia notablemente del estilo caricaturesco de los escasos personajes secundarios.
Un guion que carece de coherencia, presenta un humor circunstancial y busca apelar a la simpatía a través del localismo aragonés. La sátira del periodismo resulta un tanto tosca.
No logró provocar ni una sola risa. Se suma a la lista de obras que intentan ser satíricas de manera superficial, creyendo erróneamente que cuanto más desagradable y chochambroso, mayor será la aceptación del público.