El argumento carece de consistencia, por lo que la película se percibe más como una colección de chistes apoyados en la simpatía de los personajes que como una historia sólida.
Lo mejor de la película acontece al inicio, cuando Moana aún no ha comenzado su travesía. Hay una notable ausencia de personajes secundarios que resulten interesantes. Inclusive, las canciones de esa primera parte superan a las del resto de la película.
La película inicial de este nuevo superhéroe es extremadamente entretenida y se presenta como una experiencia de gran calidad, logrando estar a la altura de las grandes producciones de Marvel.
La película narra una historia clásica y sencilla, con la elegancia propia de los cuentos de hadas. Aunque no es una obra maestra, la calidad de la animación es aceptable. El mayor inconveniente, lamentablemente, radica en la música, que presenta un pop de baja calidad que resulta anticlimático. Es una pena.
A nivel narrativo, hay una excesiva cantidad de explicaciones verbales, lo que provoca que las dos horas transcurran con lentitud. En cuanto a las actuaciones, el elenco resulta ser mediocre. Sin embargo, esta saga apenas comienza y la oportunidad de mejora está presente.
Lo mejor de la película radica en algunos diálogos destacados, aunque estos se ven opacados por el efectismo y el evidente intento de provocar escándalo.
La conclusión es la misma que se aplica a todas las remakes fallidas: mejor quedarse en casa viendo la vieja 'Point Break', y no arruinar el recuerdo con esta sacrílega actualización.
El gran encanto de la película es que no abusa de las imágenes creadas digitalmente, sino que en buena medida está filmada con la técnica de stop motion, lo que nos hace sentir que estamos ante un producto artesanal.
Para terminar de atraer, la historia suma una alta dosis de suspenso y una cuasi antropológica inmersión en el mundillo conservador de Fox News. 'El escándalo' crea empatía con sus personajes y muestra cómo el machismo atraviesa toda la sociedad.
Cuenta la historia de un marginal que refleja las penurias de una gran parte de la población negra de Estados Unidos, con una sensibilidad poco frecuente en el cine estadounidense, una ternura poética que sólo aparece de vez en cuando en algunas producciones independientes.
Consigue atraer porque retrata la precariedad de un sector social sin caer en las maquetas de la marginalidad, sino mostrando las carencias afectivas antes que las económicas.
El director Michael Sucsy y el guionista Jesse Andrews logran mantener el interés de la narrativa sin caer en un mensaje excesivamente empalagoso, apoyándose en el elemento fantástico de la historia.
El planteo es tan anticuado que sus responsables echaron mano de la corrección política para actualizarlo. Además, las constantes referencias a otras series y películas no aportan nada relevante. Y, seamos claros, hay un infantilismo y una falta de profundidad general que perjudican la obra.
