La serie nos mostró las experiencias de la adolescencia fuera de los límites del artificio, el peligro y la patología que había marcado el contexto de casi todas las otras representaciones de los adolescentes en la televisión.
Una producción incluso más telenovelesca que la primera parte, visualmente sublimada por un look de videojuego apocalíptico en el que el sexo orgiástico y la violencia se presentan con una coreografía sincopada y estudiada.
La serie carece de la perspectiva de 'Los Simpson', de su ritmo dinámico y del humor ingenioso que ha logrado mantenerse sumamente inteligente, incluso tras una década al aire.
La extraña inclusión de Cattrall aporta un toque interesante y suscita conversación. En general, 'My Boy Jack' se asemeja a una cama de hospital bien confeccionada, pero sus cuatro esquinas resultan demasiado ajustadas.
El director Lasse Hallstrom presenta el piloto con una paleta de colores fríos y metálicos, como si intentara disimular el sentimentalismo distorsionado que permea la serie. Sin embargo, su esfuerzo resulta infructuoso.
Carece de la extravagancia y la agudeza de sus compañeras de la NBC. También depende del tipo de recursos cómicos anticuados que han hecho que décadas de comedias televisivas sean embarazosas de ver.