La serie nos mostró las experiencias de la adolescencia fuera de los límites del artificio, el peligro y la patología que había marcado el contexto de casi todas las otras representaciones de los adolescentes en la televisión.
'The L Word' es una fantasía Playboy sáfica que ha mostrado poco interés en retratar la experiencia gay. Más bien, parece que su único propósito es recordar al espectador los límites y las torturas de la monogamia.
Una producción incluso más telenovelesca que la primera parte, visualmente sublimada por un look de videojuego apocalíptico en el que el sexo orgiástico y la violencia se presentan con una coreografía sincopada y estudiada.
La serie carece de la perspectiva de 'Los Simpson', de su ritmo dinámico y del humor ingenioso que ha logrado mantenerse sumamente inteligente, incluso tras una década al aire.
La extraña inclusión de Cattrall aporta un toque interesante y suscita conversación. En general, 'My Boy Jack' se asemeja a una cama de hospital bien confeccionada, pero sus cuatro esquinas resultan demasiado ajustadas.
La serie es tan simple que parece que observas a unos niños jugando con una granja de Fisher-Price. Carece de contenido suficiente para captar el interés durante las cinco horas.
El director Lasse Hallstrom presenta el piloto con una paleta de colores fríos y metálicos, como si intentara disimular el sentimentalismo distorsionado que permea la serie. Sin embargo, su esfuerzo resulta infructuoso.
Carece de la extravagancia y la agudeza de sus compañeras de la NBC. También depende del tipo de recursos cómicos anticuados que han hecho que décadas de comedias televisivas sean embarazosas de ver.
El factor 'camp' que se produce ahí fuera es bastante alto, y con 'Primeval', una nueva serie que comienza el sábado en BBC America, se sube al Big Ben y directamente a la cima del London Eye.