Por muy tentadora que pueda resultar la ambigüedad de la película en ciertos momentos, llega un punto en el que empieza a parecer superficial y un medio transparente de retrasar lo inevitable.
Con sus lentos zooms, sus cambios de enfoque y sus pasillos retorcidos, hace guiños confiados a 'The Shining' de Stanley Kubrick. Sin embargo, sus intentos de conmover resultan ser demasiado endebles.
Desde el uso de la pantalla verde para representar multitudes en el Palacio de Buckingham hasta las tomas B-roll de las escapadas en París, se nota una sensación de artificialidad en la producción.
Puede que se preocupe por los intérpretes que permanecieron en Afganistán sin un salvoconducto, pero al no ofrecer ninguna crítica más amplia sobre la guerra, solo expone su inclinación reaccionaria.
Como un desesperado llamado de atención sobre el colonialismo, se destaca en mostrar cómo los intereses capitalistas aniquilan las sutilezas de la cultura.
Se ahoga en clichés de terror. A pesar de que hay una belleza elegíaca en las escenas de la piscina, el contenido que las acompaña resulta ser muy monótono y poco interesante.
Aunque ofrece una plataforma para las vivencias de quienes han estado confinados durante años, se enfoca en sus batallas personales sin abordar de manera adecuada el sistema racista y clasista que sustenta estas instituciones.
'The Miracle Club' oscila entre la voluntad de relatar una narrativa conmovedora sobre el perdón y una crítica audaz al fracaso del patriarcado, lo que resulta en una representación pobre de ambos temas.
Aunque puede parecer a veces muy cuidada, hay algo renovador en su enfoque directo. Su estilo despojado de adornos permite tratar los temas con una sinceridad que se valora.