El debut como director de Petrie - era guionista- es eficiente y seguro desde el punto de vista técnica, pero es incapaz de superar la ridiculez esencial de su guion
Landis pasa demasiado tiempo en el terreno de lo caricaturesco, donde se siente claramente cómodo, y menos en el de lo suavemente insinuante, donde realmente vive cualquier película de vampiros.
Es la comedia de estudio más divertida y original desde 'White Men Can't Jump'. Lo que la hace divertida es su habilidad para encontrar nuevas maneras de hacer cosas viejas.
A pesar de carecer de sorpresas, resulta sumamente fácil de disfrutar, ya que evoca la fórmula clásica que los estudios cinematográficos solían emplear con frecuencia en las décadas de 1930 y 1940.
Expone una temática provocadora y estimulante, pero no logra llevarla a un foco dramático satisfactorio, abandonando a tres actores sólidos que son superiores al material.
Lo que hace que sea divertida no es que sus estrellas sean amantes fuera de la pantalla, sino que consiguen convencerte de que son estrellas de cine interpretando a amantes de cine, potenciando de nuevo la fábrica de sueños.
Scott logra simplificar la percepción de los convencionalismos en esta enérgica y vibrante combinación que, aunque está cargada, resulta casi siempre placentera.
Se esfuerza por ofrecer una experiencia visual y emocional. En este sentido, a pesar de su falta de ambición, tiene una estética cautivadora que la convierte en una magnífica opción de escapismo en un entorno acuático.