El problema es que, pese a la solidez del reparto y la dirección, explora la naturaleza tensa y espinosa de los lazos de sangre sin profundizar en el apartado psicológico.
Un trabajo mejor, aunque en cierto modo memorable, de un director que ha dejado su huella no sólo en sus propios hijos, sino en una forma de hacer cine que puede desaparecer con él.
La película se enfoca más en el desarrollo de sus personajes que en ser un drama familiar estricto. Sin embargo, destaca por sus actuaciones convincentes y un elenco que exhibe una gran química entre sí.
El tiempo en la narración oscila de tal manera que continuamente desafía la comodidad del espectador, sin comprometer en ningún momento el desarrollo de la historia.
Para crear una película solo es necesario ver a Isabelle Huppert luciendo elegantes trajes de pantalón mientras recorre diversas localizaciones japonesas. Es una obra inteligente y reflexiva.