El cineasta Tran Anh Hung dirige con la misma dedicación que un chef prepara un plato: resalta la intimidad y asegura que cada componente mantenga su esencia.
La película tiene un buen ritmo, a pesar de sus numerosas incongruencias y algunas extravagancias que parecen diseñadas para complacer a los fans de Jarmusch.
La película presenta una producción austera, pero compensa con una dosis intensa de teatralidad e incoherencia. Su ritmo frenético en ocasiones impide disfrutar plenamente de lo disparatado y demencial que son sus giros.