Quizá no sea un largometraje sorprendente, pero sabe a hierbabuena, carmín y atardeceres perezosos. Tiene fuerza y estilo, con aceitosas manchas de sol y lágrimas que brillan como relámpagos. La protagonista, Zoe Kazan, desprende un talento impresionante que merece ser seguido.
Su apariencia cutre y la falta de presupuesto se convierten en un valor añadido, jugado con notable habilidad. La película representa un destello en el panorama del cine comercial, ofreciendo un entretenimiento satisfactorio y sustos bien logrados.