Zaillian presenta una historia intrincada y profundamente gratificante. Su seriedad moral firme y evidente la distingue claramente de las producciones cinematográficas convencionales.
Lo más interesante de ella es su carencia total de cualquiera de las cosas, desde humor a emoción, o unas interpretaciones medio decentes, por las que solemos ir al cine.
Los Farrely han demostrado una falta de ingenio notable en su trabajo, y 'Yo, yo mismo e Irene' claramente se sitúa en el extremo más bajo de su carrera.
Aunque resulta un poco extensa y compleja en algunos aspectos, al igual que su anterior entrega, conserva un ingenioso humor que invita a la relajación y muestra una imaginación muy bien trabajada.
El casting del nuevo Shaft es acertado. Sin embargo, es una pena que el resto de la película no logre mantener el mismo nivel de interés que su actuación.
Envolvente y provocativa, esta obra se destaca como un misterio de gran calidad que invita a reflexionar sobre la identidad, la personalidad y la propia naturaleza de la realidad.
A pesar de que el desenlace no satisface, las secuencias previas, en particular las ambientadas en Vietnam y el asalto de los UniSols en Hoover Dam, son muy bien realizadas y resultan visualmente atractivas.