Los impresionantes efectos visuales no logran ocultar la falta de tensión en la trama, el mal manejo del ritmo y la ausencia de personajes memorables por los que realmente te importe su destino.
Es más una estrategia publicitaria que un obsequio para el público. Después de la secuencia inicial con el regreso de Meyers, la trama se estanca y sigue un patrón predecible.
Curtis logra sumergir al espectador en un frío baño de terror con tanta destreza que los cinéfilos no se detendrán a cuestionar por qué algunos personajes no muestran más curiosidad o atención hacia su entorno.