No es en absoluto una película para todos los gustos, pero es una obra maestra de poder implacable, cuyo audaz y ambiguo climax da una nota de romanticismo loco tan inquietante como perverso.
Los puristas probablemente rechazarán este remake de la película de 1967 por su mera existencia. Sin embargo, se destaca como una opción entretenida en su propio contexto.
Megan Martin no cae en el error de simplemente copiar la primera película con personajes diferentes; en cambio, crea una oscura historia de hadas que sorprende y atrapa al espectador.
Su acción violenta tiene un toque de elegancia, aunque resulta desgastada, incluso considerando los estándares menos exigentes de las narrativas en los videojuegos.
Las mayores bazas de la película son sus protagonistas, Susie Porter y David Wenham, cuyo considerable atractivo personal hace que sus trilladas observaciones sobre la guerra de sexos parezcan encantadoras.