Las dominantes escenas en interiores y los cálidos tonos de la imagen contribuyen a una atmósfera íntima y acorde con la trama que toca los hilos más delicados de las relaciones humanas.
A través de la cacofonía visual y sonora, el afán de Sarnet por el humor absurdo y el hábil ojo cinematográfico de Mart Taniel para lo cómico, se conjura un retrato ecléctico y colorista, pero coherente, del reino soviético.
Los largos y profundos diálogos resultan excesivamente teatrales, a pesar de las brillantes actuaciones. Aunque las imágenes son visualmente impactantes, su combinación con el texto no logra fluir en un lenguaje cinematográfico orgánico.
Habiendo creado una película inspiradora y reflexiva a partir de un mosaico de cine de archivo, metraje amateur y un sinfín de temas de actualidad, Jude demuestra una vez más ser uno de los autores más originales de nuestro tiempo.
El guion es ágil y está lleno de suspense, y las emociones de la protagonista se presentan de manera magistral. Sin embargo, se vuelve superficial al centrarse excesivamente en los síntomas, en vez de profundizar en las causas del colapso emocional del personaje.
Una obra cinematográfica buena y agradable gracias a la excelente elección de los actores y al suave toque del camarógrafo, que consigue captar la belleza mundana en una tierra y unos paisajes aparentemente aleatorios.
La directora se propuso investigar el trauma no resuelto y la carga que implica la libertad. Aunque es complicado determinar si lo logró desde un enfoque racional, en el ámbito emocional, la película realmente penetra en tu ser.