Quinn ofrece una de sus mejores actuaciones, transmitiendo ternura, integridad y emotividad. Sin embargo, es Glen quien realmente perdura en la memoria.
Aunque el contenido es relevante, su estilo irónico y brechtiano resulta un tanto desfasado. Presenta escenas específicas que impactan, pero no contribuyen a que el conjunto sea realmente satisfactorio.
Una de sus virtudes es su accesibilidad: sin simplificaciones, hace que el trabajo en el Parlamento parezca tan apasionante como un buen thriller de suspense.
Los zapatos de Sellers le quedan demasiado grandes a Martin. Se trata de una película incómoda y poco entretenida que busca modernizar la serie de detectives que comenzó en 1963.