Washington ofrece no sólo una de las mejores interpretaciones del año, sino una de las mejores interpretaciones auto-dirigidas de la historia del cine.
No cumple a nivel artístico. Es interminable. preciosista, poco convincente y poco reveladora. Es una divinización que repite las mismas escenas una y otra vez.
Es fácil admirarla y apreciar la originalidad de su concepto, la habilidad de los actores y la inteligencia como director de Keith Gordon. Pero adorarla requiere un acto de voluntad.
Es una película que te enfadará. Está diseñada para hacer que te indignes y no hace nada para suavizar el golpe (...) 'Detroit' es dura, pero vale la pena, cada minuto de ella.
Nunca despega, pero nunca se derrumba. A ratos, se vuelve frustrante; por ejemplo, persiguiendo pistas durante media hora que no llevan a ninguna parte.
Construye gradualmente su camino, con discreta inteligencia y aparente convicción, hasta que no hay vuelta atrás. Una hora dentro y ya estamos en ese submarino.