Es fácil admirarla y apreciar la originalidad de su concepto, la habilidad de los actores y la inteligencia como director de Keith Gordon. Pero adorarla requiere un acto de voluntad.
Nunca despega, pero nunca se derrumba. A ratos, se vuelve frustrante; por ejemplo, persiguiendo pistas durante media hora que no llevan a ninguna parte.
Construye gradualmente su camino, con discreta inteligencia y aparente convicción, hasta que no hay vuelta atrás. Una hora dentro y ya estamos en ese submarino.
Entretenida. Tiene interés en gran parte gracias a su recreación de una era deslumbrante y extravagante, sin mencionar su banda sonora de canciones disco que suenan mucho mejor hoy que hace 20 años.
Con 'Flynt', Love logra lo que Madonna ha intentado durante 12 años: ofrecer una actuación que destaca por su humor, inteligencia y profundidad emocional.
Siempre resulta medianamente interesante, porque el tema del tráfico de armas internacional es emocionante, pero nunca resulta tan instructiva como un buen documental, ni tan fascinante como una buena historia.
Con cada giro de la historia, 'Boy Kills World' se vuelve cada vez menos interesante, a pesar de que nunca logra cautivar del todo. La película comienza en un punto bajo y parece empeorar a medida que avanza.