Istvan Szabo, el director, ha hecho una apuesta muy calculada y el resultado también lo es. La locura está perfectamente dosificada, siendo hija de un gran autocontrol, que sabe que conviene ser escandaloso pero sin pasarse.
Pollet rueda, con su actor fetiche Claude Melki, un cortometraje extraordinario que mezcla un relato de ficción con una captación de la realidad de carácter documental.
Con un agradable tono menor, a buen ritmo, y en un estilo algo desfasado, se nos cuentan un peripecias increíbles que necesitan de la verdad de unos ojos cándidos par resultar de verdad divertidas.
