Está muy bien elaborada, con una interpretación principal potente y un toque personal del conjunto europeo, que incluye también a la diseñadora de vestuario Katarzyna Lewińska, y a los editores Agata Cierniak y Jarosław Kamiński.
Los personajes son complejos, encantadores y atractivos. Sin embargo, el desenlace de la historia resulta insatisfactorio y se convierte en su punto más débil.
Al dejar que la música hable, el director nos ofrece una experiencia realmente emotiva y demuestra que, incluso 30 años después, sigue teniendo un enorme impacto.