A partir de un guión con aire televisivo, el director Oliver Hirschbiegel construyó una película superficial, destinada al entretenimiento de la audiencia admiradora de figuras ricas y famosas, así como de las revistas del corazón.
El film expone con la debida contundencia los ocultos métodos de la Stasi en un campo inesperado: el espionaje exterior a cargo de jovencitas infiltradas en Noruega y países vecinos.
Los chistes son escasos, las peleas transcurren con tanta velocidad que no alcanzan a entenderse ni disfrutarse del todo, y el oso ha perdido bastante la gracia. Se pasa el rato, nada más.
Loca, rara, admirable, asquerosa, emotiva, ingeniosa, confusa, divertida, acelerada y cansadora; todos esos calificativos son aplicables a esta película, que desborda una imaginación fértil y abundante.
El director logra ofrecer momentos destacados para Mark Hamill, Harrison Ford y, en particular, para la difunta y digitalizada Carrie Fisher. Además, hay un emotivo y brillante epílogo que cierra la saga de una manera adecuada.
Es una película solo indicada para ver buenos efectos especiales, grandes panorámicas, y para apreciar en primera fila la posible consagración mundial de una joven estrella, que hasta ahora la venía remando en un mar de pavadas televisivas.
La historia ofrecía un mayor potencial, pero los dibujos son atractivos, los personajes son entrañables y los temas tratados están estandarizados dentro de lo políticamente correcto.
La aventura es convencional pero entretenida, bien contada, tiene su emoción, su enseñanza, y, eso si, también tiene unos momentos dramáticos bastante fuertes.
Está llena de provocaciones que perdieron filo hace rato. Quienes amaron 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' sólo encontrarán un aeropuerto, unos colores, no mucho más.
Un emotivo registro de la poesía que cada persona lleva dentro suyo, y que aflora cuando es invocada y alentada por una maestra que también siente la poesía, y la belleza del arte, y sabe cultivarla.