Anderson no ofrece ninguna falsa alabanza a los Tenenbaums o al público. Pero sí que sabe cómo coger una canción triste y hacerla mejor. En estos tiempos difíciles, eso es un don.
Se aleja deliberadamente de la era de las películas reconfortantes y ofrece ingenio cáustico en lugar de chistes, preguntas contundentes en lugar de respuestas simplistas y retos en lugar de satisfacciones. Bendito sea.
Aunque sus cambios tonales rompen el ritmo, es una serie feroz, divertida y necesaria que aborda una batalla de mediados de siglo por los derechos de la mujer a través de los ojos de una química.