Birbiglia filma lo que conoce, ofreciendo escenas amplias e intrincadas de improvisaciones realizadas sobre el escenario, junto con una visión interna de la industria
Scorsese dota a su obra de la entusiasta energía callejera de Nueva York y de la mirada asombrada de un extranjero al conocer el poder de la industria del espectáculo.
Lang, observando cómo la violencia puede escalar de la calma al caos en un instante, presenta una coreografía marcada por matices precisos, desgarradores, afilados y cínicos.
Las imágenes maravillosas pero tristes de la ciudad, con su mezcla de esplendor y decadencia, se ven reforzadas por la presencia de una actriz, Zhao Tao.
La dirección de LeRoy es fría y efectiva, creando un ambiente riguroso en las escenas que otorga a las palabras y movimientos de los actores una solidez casi escultórica.
Este intenso y complejo melodrama familiar de 1957 se aleja del sentimentalismo para ofrecer una exploración emocional y una profunda reflexión filosófica, todo gracias a la maestría de Yasujiro Ozu en la dirección.
El simple paso del tiempo crea un suspense dramático insoportable y Losey lo captura en movimiento, en tareas ordinarias que tienen un aura amenazante y maldita.
Rossellini se destaca como uno de los grandes simbolistas que utilizaron la cámara para capturar su visión. Su percepción sobre el impacto tangible de las ideas se manifiesta de manera irónica y sarcástica.
El resultado carece de profundidad y conexión emocional. Sin embargo, Shults demuestra habilidad al capturar momentos de temor y deseos ocultos a través de las miradas de los personajes.
La fábula feminista de Akerman es una obra sorprendentemente irónica, basada en una paradoja sublime. Aborda la identidad cambiante de una persona que, a pesar de su complejidad, resulta ser fácilmente reconocible por su título.