Su última película confirma que el cine de Jacques Doillon, cuya carrera nunca ha disfrutado de la atención internacional que merece, está vivo, lleno de futuro y reflexión.
El universo creado por los hermanos Quay es tan etéreo y esquivo que, de forma paradójica, está destinado a permanecer en esta compleja amalgama de recuerdos que conocemos como cine.
Aljafari demuestra una habilidad impresionante al jugar con el montaje, utilizando segmentos visuales que incluyen destellos de tonos rojos, lo que subraya la brutalidad de las imágenes presentadas.