Esta cinta puede ser descrita como una instantánea, una fotografía de un momento vital que resulta tan esperanzadora y nostálgica como observar el amanecer de la ciudad desde la montaña y, al mismo tiempo, encontrarse con un revólver.
Dinámica en su puesta en escena, tiene ritmo, sorpresa y una narración visual impecable. Pero también se permite quiebres de drama, sin profundizar mucho en lo uno ni en lo otro resulta agradable, conmovedora.
Las escenas funcionan como artilugios precisos conectados a una red intermitente, son efectivas pero la energía no fluye entre sus circuitos. Claramente cumple con el trabajo y nos roba el aliento en más de una ocasión.
Recoge los pasos dados durante los capítulos anteriores como si supiera claramente que ha dado lo que la audiencia quiere y ahora quiere brindarse un gusto, grotesco, sanguinario y libre de culpa.
Para ser un producto auspiciado por la Pelé Foundation, tiene el valor de interpelar el silencio del astro ante los excesos de las dictaduras que desangraron Brasil en los setenta y que sacaron provecho de la imagen del campeón del mundo.
[Crítica 6ª temporada]: en esta temporada Charlie Brooks se excede en la moraleja, en un desarrollo de personajes extenso para un formato unitario y en una narrativa a veces tediosa.
Se aleja de lo convencional. Hablar de ella solo desde el cine sería limitar su rica dimensión poética y estética a conceptos comunes, algo que sus creadores desafían de manera notable.
Una de las peores películas de los últimos tiempos, un despropósito que consume espacio y presupuesto en esta lamentable experiencia, que en términos coloquiales se podría calificar como "puro basuco visual".