Gracias en gran parte a la cruda valentía y la intensidad de sus dos interpretaciones principales, realiza un salto cuántico en términos de poder visceral.
Kassovitz demuestra su habilidad para transmitir estados emocionales sutiles como la vulnerabilidad, el arrepentimiento y la vacuidad. Estas cualidades son esenciales para el éxito del film.
Es una película que incita a una profunda reflexión sobre la esencia de la verdad, la bondad y la identidad, resultando en un impacto significativo en el espectador.