Un vehículo elegante y bien tapizado que se desliza suavemente hacia su destino, pero a pesar de una coda innecesaria y excesivamente sentimental, ese destino no es necesariamente donde pensabas que ibas todo el tiempo.
Un escaparate de imágenes inspiradas y pura extrañeza, una obra magna casi perdida de otra época, antes de que el culto a Tolkien se convirtiera en Hollywood.