Al igual que escalar una montaña, las dos horas y media de duración pueden resultar arduas en ocasiones, pero la liberación emocional merece la pena una vez alcanzada la cima.
No hay un análisis político directo ni un enfoque lógico en la trama. Sin embargo, eso no es lo que se espera de una película de este tipo. Es una experiencia que merece verse en el cine, en la pantalla más grande.
Vesely y Campbell nos llevan en un viaje escalofriante que, aunque termina en un territorio bastante familiar, nunca deja de ser apasionante gracias a la valiente interpretación de Sullivan.