Julian Dennison ofrece una conmovedora interpretación de un adolescente maorí que se enfrenta a sus ambiciones y a su identidad en esta comedia dramática neozelandesa en la que se ríe a carcajadas.
A pesar de contar con momentos conmovedores, la película carece de los matices necesarios para generar un impacto más profundo y se queda corta al abordar las posturas morales sobre el autismo.