Una obra seductora y hermosa que representa un paso más allá en el cine hipnótico y contemplativo de Van Sant. Aunque al final su estilo distante aliena tanto como cautiva.
La habilidad del director Pakula para capturar paisajes es notable, con un encuadre siempre impecable. Sin embargo, esa belleza visual no logra compensar las interpretaciones ásperas que predominan en la película.