Una conmovedora historia sobre una amistad irrompible en una Edad Media romantizada. Camina con éxito en la fina línea entre ser una fábula colorida y una reflexión atemporal sobre la humanidad.
Reymann entiende cómo contar esta historia con la dignidad necesaria para sus personajes y sin sucumbir al exceso de dramatización y la explotación de la tristeza.
El cineasta Werner Herzog rinde homenaje a la impactante, aunque breve, vida de los vulcanólogos Katia y Maurice Krafft, ofreciendo un potente réquiem cinematográfico.
Evoca el placer de una reconfortante cápsula de tiempo y es un homenaje a uno de los grandes de Austria. Una encantadora y relevante incorporación al género.
Se quedará grabada en la retina del espectador durante un tiempo. Es un drama que se nutre del rico bagaje de terror de Franz y Fiala al mismo tiempo que se emancipa del género.
Atkinson demuestra con sinceridad y un toque de humor que la búsqueda del éxito y la afirmación de un propósito masculino pueden ser perjudiciales en un entorno como el de este país.
La película ofrece una reflexión sobre las tensiones políticas, pero se deja atrapar por antiguas narrativas alemanas que enfrentan al Este y al Oeste.
Al mantener el escenario de su película de manera intencionadamente ambigua, Blaško logra construir una historia que refleja la universalidad de las sociedades con clases sociales, la xenofobia y el racismo latente, junto con las esperanzas y sueños frustrados.
No se presenta ninguna revolución significativa. Hay ciertas reflexiones interesantes, pero estas se ven empañadas por un desenlace que resulta casi complaciente.
El guion se queda atrapado en clichés y en intentos innecesarios de sorprender, lo que debilita el impacto de la trama y distrae de su mensaje relevante y contemporáneo.
Wouterlood logra transportarnos a un universo distinto. La atención que el director pone en Sam hace que la narrativa de Tess se sienta apresurada y poco desarrollada.
