Charlie Chaplin es él mismo otra vez, en su faceta más brillante, incluso superando sus versiones anteriores. Sin embargo, también se puede ver en su aspecto menos favorable.
No logra cautivar al público con sus elaboradas composiciones musicales. La trama resulta excesivamente embellecida y surrealista, demandando una actuación que se siente un tanto presumida.
Un espectáculo estupendo, Griffith demuestra ser un auténtico mago tanto en el uso de la cámara como en la creación de escenas. La película resulta ser fascinante y diferente, capturando la atención del espectador de manera única.
Las obras de Ozu, aunque se basan en la realidad, logran evocar profundas emociones no solo por la identificación del espectador, sino mediante enfoques más alineados con la música y otras formas artísticas que no se limitan a la representación.