David Oyelowo está electrizante como Martin Luther King en la furiosa, valiente y demasiado oportuna narración de Ava DuVernay sobre la lucha de la América negra por los derechos civiles.
Ligeramente emotiva y sin complicarse, es la película más desenfadada que puede haber sobre arriesgarlo todo para conseguir un trozo más justo de la tarta.
El efecto de este homenaje obstinado resulta sutil y poco revelador. Es una perspectiva tan limitada sobre el proceso de madurez que difícilmente logrará inspirarte a tomar acción.
El marcado realismo y el hiriente impacto de la película son suficientes en sí mismos, pero el riesgo y la verdadera recompensa artística es su inmersión sensorial en este infierno del Hades.
Ver a Ozon reconectar con su lado populista es un placer en muchos sentidos, y demuestra que no es necesario renunciar a los matices para disfrutar de una buena historia.
La octava entrega de la extensa franquicia regresa a su territorio habitual, aunque resulta algo trivial, sus resultados son predecibles, pero igualmente entretenidos.
En otro año y en una película más cautivadora, Foxx podría haber ganado el Óscar. Sin embargo, en esta ocasión, Foxx brilla con talento, mientras que Jordan entrega una actuación aceptable, todo en un entorno que resulta algo mediocre.
Es una experiencia visual maravillosa y exuberante, pero que también captura algo de la soledad, la fatiga, y de la nublada y estrábica alienación que los viajes pueden infligir.
Hay muchas opciones de que lo pases en grande con esta aventura. Es Marvel haciendo lo de siempre, pero -y esto es raro- logra tocar casi todas las teclas adecuadas.