Una historia que parece extenderse innecesariamente; funcionaría mejor en una duración de una hora, ya que 100 minutos resultan demasiado. A pesar de ello, el humor del protagonista brilla y Bosch ha creado un retrato cinematográfico lleno de esencia.
Una obra madura, con un excelente trabajo de elipsis y sentido de la narración fílmica. Es, en fin, el elocuente retrato de las miserias de un sistema enfermo.
A ratos fascinante historia de amor y desamor. Habitada de un sentido estético realmente precioso, consigue intangibles valiosos y verbaliza y visualiza con tino aquello que se propone.
La impactante realidad que se muestra supera constantemente las habilidades técnicas que el director utiliza con maestría. Solo se necesita una disposición a observar para dejarse llevar por la emoción, y lo consigue de manera impresionante.
Adentrarse en esta propuesta personal puede resultar complicado, ya que en ocasiones se siente irritante y sobrecargada dramáticamente. Sin embargo, su intensidad y autoconciencia le otorgan un valor significativo.
Existen momentos de autenticidad y emoción entre la comedia y la superficialidad. Estos coexisten con un carácter bastante convencional y un cansancio ante diálogos ingeniosos que pueden resultar molestos.
Es una comedia situacional que ofrece una experiencia placentera al explorar las relaciones entre hermanos, marcadas por la desconfianza y los silencios. A lo largo de la historia, se logran momentos auténticos y toques de emoción.