Un argumento que no alcanza ni los 80 minutos se alarga a casi dos horas, repitiendo lo mismo sin cesar. Es puro artificio que nunca logra enganchar, ya que todo resulta poco creíble.
Adentrarse en esta propuesta personal puede resultar complicado, ya que en ocasiones se siente irritante y sobrecargada dramáticamente. Sin embargo, su intensidad y autoconciencia le otorgan un valor significativo.
Es una arriesgada jugada centrada en su actor principal, quien sostiene cada instante de la historia. Algunas escenas son realmente sorprendentes y dejan sin aliento. La actuación de Sbaraglia es impresionante.
Existen momentos de autenticidad y emoción entre la comedia y la superficialidad. Estos coexisten con un carácter bastante convencional y un cansancio ante diálogos ingeniosos que pueden resultar molestos.
Es una comedia situacional que ofrece una experiencia placentera al explorar las relaciones entre hermanos, marcadas por la desconfianza y los silencios. A lo largo de la historia, se logran momentos auténticos y toques de emoción.