La imagen que emerge en este documental es la de un hombre decente, leal y sensible que ha pasado su vida haciendo maravillosa basura y abonando las semillas del arte.
La clase de película que da un mal nombre a la literatura. Su humor carece de chispa, y la emoción se presenta de manera excesiva, como si estuviera cubierta de mermelada en un blini. Además, el constante revoloteo de libros y papeles no logra capturar la auténtica energía intelectual.
Es mucho más que una biografía del guitarrista y cantante de The Clash: es historia, crítica, filosofía y política, todo ello presentado de forma frenética.
Una agradable descanso de la seriedad de las películas contendientes a la temporada de premios, un film ligero, todo hay que decirlo, pero que tiene su cosa.
A menudo es más buena que mala, es una de las pocas ocasiones en las que un actor convertido en director elige subvertir el género reconfortante en su película de debut.
El conjunto es menos que la suma de sus partes. La temperatura emocional que logran las actuaciones no es capaz de disfrazar la naturaleza mecánica de la historia.
Cumple diligentemente con los objetivos del género, pero también trata sobre la impredecibilidad de la vida y los retos cotidianos del amor. La sensibilidad y honestidad con la cual trata estos temas es una sorpresa placentera.
Probablemente no aprenderás nada sobre cómo funcionan realmente la T.V. o las altas finanzas, pero estarás invitado a disfrutar de la ilusión de tal ilustración en la experta y carismática compañía de Julia Roberts y George Clooney.