El contenido de 'Nobody Knows', que debería consolidar su reputación como uno de los directores más interesantes y originales de Japón, es por naturaleza triste.
Logra restaurar algo del lustre de Cousteau, y también su relevancia. Es una biografía cambiante y detallada, que vuelve a contar una vida larga, llena de acontecimientos y punteada por la tragedia y el arrepentimiento.
Es inspiradora porque es espantosa. Al final, no solo tendrás una idea clara de quién fue esta increíble mujer, sino que también apreciarás más las películas antiguas.
Un retrato documental afectuoso e informativo. La película tiene un toque ligero y su espíritu es animado, pero no se puede negar su seriedad y su pasión.
El revisionismo de Rourke y Willimon presenta un enfoque salvaje que resulta intrigante. Visualmente atractivo y con una narrativa dinámica, sin embargo, no logra despegar en términos de imaginación.
Las cuestiones son interesantes, pero no están lo suficientemente dramatizadas para mantener la duración total de 'Loving Vincent'. La historia va perdiendo fuerza y el espectador se acaba acostumbrando a las imágenes.
Es desalentador ver una película sobre personajes interesantes reales que los reduce a clichés, haciéndolos menos brillantes, menos fascinantes, menos carismáticos de lo que debieron haber sido.
Es en definitiva una película, una de las más rigurosas y reflexivas que he visto, sobre las trampas éticas y existenciales que nuestra cultura enloquecida por la fama pone a la gente con talento y a los mediocres por igual.
Es un entretenimiento audaz en las formas y enérgico en lo intelectual, un poderoso reto a los perezosos convencionalismos de la narrativa de Hollywood, y un festín para los degustadores de la interpretación cinematográfica contemporánea.
La película, en todo su caos y esplendor, pertenece casi por completo a Lawrence. Ella es la clase de estrella de cine que convierte a todos los demás en actores secundarios.