Sobresale en su técnica, paisajes, vestuario y gesticulaciones de los personajes, quienes no tienen ninguna objeción. Los bemoles del filme consisten en el guión.
Martin McDonagh decide resaltar la futilidad del odio y la sed de venganza, presentando personajes con arcos dramáticos complejos. La narrativa oscila entre el drama y la comedia, ofreciendo un trasfondo significativo.
El brillo del filme está en retar al espectador con un relato sencillo, aparentemente, pero con poesía en su ejecución, aunque puede ser cansino, a final de cuentas la esperanza sale a relucir.
Al mismo tiempo es profunda y emocional. Además, cuenta con algunos de los talentos jóvenes más destacados de los últimos años, lo que le proporciona elementos para destacar por sí misma, como un ave de paraíso.
El realizador tarda en enganchar a los personajes con la audiencia, así como la situación que los une, y a ratos pareciera que no pasa nada. Una vez establecido el contexto y la situación, después de unos 20 minutos aproximadamente, la cinta comienza a encaminar su rumbo.
El filme es correcto, emotivo e incluso orilla al espectador a conmoverse y derramar alguna que otra lágrima, sin ser manipuladora. La cinta sabe calar y lo hace bien.
Un cine con propuesta, con mensaje y con un soundtrack lucidor, sin embargo, a momentos adolece por una falta de “punch” en el desarrollo, no nos lleva a otro planeta como es su intención.
Se opta por la sensiblería y, en ocasiones, se notan errores de continuidad. El resultado no es una película destacada, ni mucho menos efectiva en cuanto a emociones.
Una cinta profundamente humana que logra transmitir su mensaje sin la necesidad de utilizar protagonistas convencionales. Sin ninguna “anomalía” en su narrativa, su enfoque está destinado a convertirse en un referente y un clásico en un futuro cercano.
Con habilidad en la dirección, sobre todo en el manejo de actores, la cinta es una road movie de reencuentro paternal, sin embargo, no consigue un golpe definitivo debido a un tratamiento de guión algo disperso.
Si bien no proyecta genialidad en su debut, Crowe ofrece un drama bien estructurado, realizado con destreza y atención hacia sus actores, además de dirigir de manera efectiva. Algunos pueden encontrarlo lento, pero el resultado es satisfactorio.
Larraín crea un thriller lírico que entrelaza fantasía con resonancias literarias y políticas. El humor y la poesía sirven a la narrativa. Sin embargo, el clímax puede tardar en llegar y, aunque la belleza de la obra es innegable, no será del agrado de todos.
El código que hace funcionar esta cinta es la portentosa interpretación de Cumberbatch, quien se ve rodeado de una buena ambientación, elegancia visual, ritmo y políticamente correcta.
Un thriller que juega con paradojas, pero se siente incompleto. No aprovecha al máximo los recursos del género y carece de profundidad en las escenas y los personajes.