Compulsivamente divertida, logra ser también inteligente, original y sensible. Todos los actores despliegan su gracia y un patetismo que resulta encantador.
Melodrama tópico y previsible, la corrección excesiva que envuelve las imágenes recurre a un ternurismo cargante que solo genera antipatía hacia el niño protagonista.
Un relato complejo e intenso que, a medida que avanza, se torna más intrincado y abrumador. Lo peor es la falta de una perspectiva más incisiva que trascienda la corrección convencional.
Realismo atronador. La riqueza visual es impresionante y la reconstrucción de las múltiples acciones paralelas del combate alcanza cotas insólitas de intensidad, pero un espectáculo de este tipo se sostiene a duras penas si, como aquí, no cuenta con asideros dramáticos suficientemente personalizados.
La película se divide en dos segmentos completamente diferentes: uno descriptivo y otro que se asemeja más a un thriller. Lo más destacado es el cautivador desempeño de Tilda Swinton.
Un relato predecible pero amable, bienintencionado y edificante. Un mosaico de corrección que a menudo cae en la cursilería. Su principal valor radica en la calidad de sus intérpretes.
No va prácticamente de nada, tan sólo es un juego escatológico de un director con poco o nada que contar o el retrato de un personaje tan estúpido como diagnostica el propio título.
Charuel se aventura en varios géneros para infundir emoción y tensión en los rincones de este drama, con un espíritu crepuscular que permea de manera sutil toda la película.
Tontuna canina. Una burda caricatura de un sinfín de películas exitosas, que se regodea en los tópicos y presenta patéticas secuencias de romanticismo canino.
Bellísimo documental. Sus imágenes simples transmiten la emoción de los sentimientos básicos, comunes a todos los seres humanos. Destaca la fascinación hipnótica que surge de los comportamientos cotidianos de estos actores ocasionales.