Un reparto espléndido y una producción impecable crean una atmósfera creíble. Esta película, aunque parece muy física, también sorprende por su intimidad.
No consigue ir más allá de una serie de sucesos aburridos y sin conexión. Su único punto a favor es la calidad técnica que se percibe y la solidez que aportan los actores.
La película es predecible y excesivamente sentimental, aunque puede ofrecer risas momentáneas a quienes las buscan. Destaca un inicio intrigante y algunas escenas cómicas por su rareza, pero el enfoque comercial que se siente en cada fotograma la convierte en una comedia poco memorable.
Culebrón sensiblero que inunda y emborrona las imágenes de este relato torpe, incluso confuso, cargado, y cómo, de una infinidad de matices moralizantes.
La comedia que presenta Diego Peretti es inigualable, ya que su expresividad y sus gestos son memorables. Se desarrollan una serie de situaciones que van desde lo patético hasta lo evidente, generando momentos de ligera incomodidad.
Relatos con una protagonista femenina que presentan un enfoque ingenuo y encantador. Aunque se acercan a la comedia, también reflejan inquietudes existenciales.
Rohmer prioriza el diálogo y la credibilidad de los actores sobre otros recursos artísticos. Destaca su habilidad para capturar el paso del tiempo de una manera fascinante en sus imágenes.
La actuación de los intérpretes realza el proyecto, superando las limitaciones de un guión que se opone a sus propias intenciones. La dirección ofrece una puesta en escena adecuada y eficiente.
La propuesta argumental resulta predecible y algo anticuada. Destacan las actuaciones de Mathieu Amalric y la encantadora Marine Vacth, así como un elenco intergeneracional que aporta destreza y autenticidad.
Relato conmovedor y decidido que, afortunadamente, evita caer en la nostalgia y el dramatismo, y se centra en la difícil aceptación de la propia fragilidad y el paso del tiempo.